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«Somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos»
– «Somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos»
Por Sofía Griolli
©»Nada funcionando» Gata Cattana
«Te ha llegado un correo, un mensaje, un hechizo, un paquete. Hay un usuario nuevo, una noticia nueva, una herramienta nueva. Alguien ha hecho algo, ha publicado algo, ha subido una foto de algo, ha etiquetado algo. Tienes cinco mensajes, veinte likes, doce comentarios, ocho retuits. Hay tres personas mirando tu perfil, cuatro empresas leyendo tu currículum, dos altavoces inalámbricos rebajados, tres facturas sin pagar. Las personas a las que sigues están siguiendo esta cuenta, hablando de este tema, leyendo este libro, mirando este vídeo, llevando esta gorra, desayunando este bol de yogur con arándanos, bebiendo este cóctel, cantando esta canción.» Marta Peirano en su libro: El enemigo conoce el sistema.
Las discusiones actuales – si entendemos por actuales temas que se arrastran pero continúan en agenda – tienen como punto en común la salud o, al menos, la reducción de daño del planeta; una mejora en la calidad de vida y la queja contra la ruina a la que el capitalismo lleva.
El activismo ambientalista es una gran demostración: una lucha histórica que venden como novedad que parece dar vueltas en un mismo punto de acción que no indica progreso: el “chamuyo verde”. Las consignas, que rozan un sentido irónico y a veces parece más una fachada que una real intencionalidad de cambio, son siempre las mismas: “tomá agua, usá protector solar, comé legumbres”. Indicaciones vacías emitidas usualmente por progres que en la práctica no modifican sus hábitos. Como si fuese canchero y divertido admitir que sí, estamos en la mierda y hay que cuidarnos; tomar vitamina a, b, c, d, e; pero en el fondo no es más que un chiste, una manera de decir que, rápidamente, todxs descartamos.
Convivimos con la aceptación de una catástrofe por venir y lo más cómodo que encontramos para enfrentarlo es hacer chistes en Twitter y compartir memes. Y no es mi intención con esto responsabilizarnos y menos que menos posicionarme en contra de los chistes de Twitter porque suelen ser muy ingeniosos; pero sí proponer cierta lejanía (al menos por un momento) y analizar el comportamiento que tomamos ante lo que, probablemente, devenga en un futuro repleto de conflicto.
Es tanta la información que recibimos diariamente sobre temas tan heavys de digerir, que no quedó otra que reaccionar con humor y evasión, porque afrontarlo sería trágico para nuestro psiquismo. Nunca estuvo la muerte tan presente y tan al alcance del morbo. La violencia ya ni nos violenta de lo normalizada que la tenemos y realizamos una automatización de respuesta ante el fenómeno que ya no tenemos ni barreras.
La causa y consecuencia: el consumo excesivo del celular. Y ya no dudo que para todxs sea excesivo. Que algún hábito, por más mínimo que sea, nos modificó. Dormir mal, o menos; que nuestra primera acción del día sea desbloquear el celular antes que siquiera pararnos; que manejemos grandes niveles de desconcentración y que nuestra atención se encuentre cada vez más deteriorada. Que estamos como unos pelotudos viendo y subiendo todo lo que podamos con tal de tener un poco de validación, una búsqueda de autoconfirmación que rápidamentese deteriora porque pronto vamos a encontrarnos con un – contenido – que nos produce ansiedad, temor, o angustia y nos cague el día. De hecho, no dudo que sean poquísimos los que puedan tolerar una lectura de más de dos minutos sin cerrar la pestaña y seguir scrolleando.
Cuando me veo entre todos estos puntos muertos a los que me deriva el consumo del celular… freno acá. Iba a decir como que hago algo hasta que caigo en que lo único que hago es “fingir demencia”. Me veo de afuera consumiendo sin parar, entendiendo y a la vez ignorando las consecuencias del propio consumo, y me atormento tanto que solo puedo hacer una única cosa: seguir consumiendo.
El consumo continúa (e incluso se incrementa) sencillamente porque no podemos tolerar la ausencia de todos esos estímulos a los que minuto a minuto reaccionamos y, en parte, nos garantizan una serotonina que no estamos dispuestos a dejar ir.
En otra nota me gustaría desarrollar en profundidad las causas y consecuencias que derivan del consumo de celular en niveles tanto neurológicos, psicológicos como sociales. No lo hago en esta ocasión porque asumir la problemática es asumir que nadie va a leer nada que implique más de dos carillas.
Entonces, dejo hasta acá un intento de nota más que intenta ejercer de invitación a asumirnos. Nada facil: enfrentar los efectos insalubres que brotan en la cotidianidad, identificarnos. Jugar de espectadores en el Show del Yo.
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A un mes de la gloria ¿eterna?
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A un mes de la gloria ¿eterna?
Por Sofía Griolli
Me encuentro con este archivo y no resisto a compartirlo. Ari es un gran personaje del barrio, de Villa Luzuriga. Siempre que paso por la verdulería terminamos tomando una birra o chusmeando cosas de la cuadra. Me actualiza, me cuenta todo lo que pasa y me pregunta dónde carajo estoy que me ve tan poco. Esta foto es del 18 de octubre del 2022. La sacamos porque siempre cruzamos rencores futboleros y en la previa mundialista tuvimos que resistirnos y hacernos hinchas de Bover.
Me encuentro con esta foto tres meses después y me parece la mejor foto del mundo. Primero, por mi tendencia a exagerar, pero también porque me reveló algo dificilísimo de verbalizar: el goce que se esconde en los actos simples y cotidianos. Pero no cualquier goce, sino el de la cotidianidad mundialista que mantuvimos esas semanas.
Me acuerdo de ir lo más crota posible a comprar y la insignificancia que eso me representaba: un día más yendo a comprar lo de todos los días. Sin embargo, volvía con una emoción y una manija que no podía entender, porque cada vez que iba se daban esas charlas de: “¿Dónde ves el partido?”; “¿Cómo nos ves para el martes?”; “¿Y qué van a comer?” entre tantas otras y entre más promesas y premoniciones.
Yo no sé tanto de fútbol, como de nada, pero un día tuvimos una de esas charlas y le anuncié que ganábamos, que Japón pasaba, que Brasil quedaba afuera, jugábamos la final con Francia y le ganábamos por penales. Ese día fui a comprar, nada interesante, un día más. Pero me fui con una nueva preocupación: si llegaba a pifiarle no podía volver nunca más, al menos no sin quedar como la más yeta de las yetas y que lo sepa todo el barrio.
Pasaron los días y no volví a lo de Ari pero, elegí repetir mi premonición que no era más que una firme sensación de triunfo entre chistes y tiempo de aire con Santi, operador y amigo de la Radio que en ese momento hacía su programa los martes al cual me sumé. Entre una cosa y mi columna sobre Júpiter, con Santi hablamos del mundial y repetí lo mismo: “Japón pasa, Brasil queda afuera, jugamos la final contra Francia y le ganamos por penales”.
Después de las especulaciones solo quedaban los partidos. Los partidos y los penales. Los partidos y los llantos. Los triunfos e ir corriendo a festejar. Y más a delante, solo quedó un último partido. Una final.
Lo que pasó ese día no lo puedo ni quiero explicar, no por la inmensidad, sino porque no tuve registro. Cuando digo gloria lo siento en el corazón y en la patria. Ese día fui el mismísimo Chiqui Tapia y no podía parar de repetirme: «No trates de entenderla, disfrutála».
El pueblo, el abrazo, las calles explotando de toda la explosión y el sentimiento de eternidad que no condice con la linealidad del tiempo sino con la inmortalidad de aquel goce mundialista que de ser pequeño y cotidiano, resultó el mayor goce de mi vida.
Pero para qué todo esto, si Cristina Peri Rossi lo sintió mucho mejor. Lo ordinario y los deseos. La Selección también.
CONTRA LO ORDINARIO
Nadie ha podido demostrar hasta ahora
de manera fehaciente
que los pequeños deseos
son más fáciles de conseguir que los grandes.
Sólo se ha podido demostrar
de manera fehaciente
que son más numerosos.
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El trabajo sexual siempre significó resistencia
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El trabajo sexual siempre significó resistencia
Por Emiliano Marcelo Clerici
Existe un dicho popular, muy repetido por todxs, que “la protituición es el más viejo de los oficios”. De la misma manera, también empujamos a lxs trabajadorxs sexuales a los márgenes de la sociedad. Pero qué pasa cuando son las trabajadoras sexuales las que hacen historia.
Para ponerlos en contexto, entre 1920 y 1922, nuestro país vivió una de las épocas más oscuras del siglo XX. Se trata de los sucesos conocidos como Patagonia Rebelde, o Trágica si consideramos el terrible desenlace. En esos años, se desarrollaron una serie de masivas huelgas de trabajadores rurales y obreros en la provincia de Santa Cruz. Las revueltas fueron fuertemente reprimidas por el Ejército Argentino, siguiendo las órdenes del presidente Hipólito Yrigoyen, con un saldo final de entre 1000 y 1600 trabajadores asesinados y fusilados.
En ese mismo contexto, el 17 de febrero de 1922, en la ciudad de Puerto de San Julián de la misma provincia,los soldados pretendían festejar la recién ocurrida victoria del ejército sobre los huelguistas, en el local de La Catalana. Éste tipo de prácticas era habitual en las Fuerzas Armadas, dado que era habitual exigir que las prostitutas atendieran a los oficiales en fechas importantes, como las fechas patrias. La recepción dentro del prostíbulo fue muy diferente a la esperada.
En el burdel de Paulina Rovira, las trabajadoras decidieron no atender a los oficiales. Consuelo García de 29 años, Ángela Fortunato de 31 años, Amalia Rodríguez de 26 años, María Juliache de 28 años y Maud Foster de 31 años; eligieron no servir a los hombres responsables de la masacre de los trabajadores. Ante esta negativa, los uniformados intentaron ingresar por la fuerza, pero se encontraron con una nueva oposición.Las cinco mujeres, armadas con escobas y palos, les impidieron el ingreso, entre gritos de “con asesinos no nos acostaremos”.
Después del altercado, interviene el comisario de San Julián que se lleva detenidas a las cinco pupilas, junto con los tres músicos que trabajan allí. Los hombres son rápidamente liberados, pero las mujeres son arrojadas al calabozo, por motivo de “insultar el uniforme militar » .Eso no terminó ahí. Las cinco mujeres permanecieron en un calabozo muy pequeño y cada dos horas les tiraban baldes de agua fría para que no durmieran, las torturaron brutalmente. Estuvieron varios días ahí tiradas y finalmente fueron expulsadas de San Julián. El caso fue ocultado por no ensuciar el nombre del Ejército.
Los hechos fueron relatados en el capítulo “La inesperada derrota de los vencedores” del tomo II de Los vengadores de la Patagonia trágica, más conocido como La Patagonia Rebelde del historiador argentino Osvaldo Bayer, publicado en 1972.
En 2020, la artista visual patagónica Bettina Muruzábal expone en el Centro Cultural Kirchner su instalación “Lenguas de Fuego”, una obra que homenajea el caso y a las cinco mujeres que se opusieron a atender a los “asesinos”. La obra está compuesta por las fotos de las mujeres y sus nombres, escobas y palos.
Hoy, 101 años después de la “rebelión de las putas”, queremos recordar a esas mujeres que se mantuvieron firmes en su decisión y que se negaron a trabajar para los responsables de la matanza de trabajadores.
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